La cerveza artesana se ha hecho un hueco en la alta restauración. Hasta hace unos años restaurantes con estrellas Michelín tenían cartas de agua, de vinos, de whisky y hasta de gin-tonic, pero no de cervezas, ahora ya hay restaurantes que tienen una carta tan amplia de cervezas como de vinos.

El efecto «craft beer» sigue subiendo como la espuma. Por citar un ejemplo, el restaurante Mesón del Mar en Mallorca ofrece a sus clientes la carta Beershooter con más de 30 cervezas diferentes donde ha sido una auténtica revolución.

Las capacidades de maridaje de la cerveza son además incluso superiores a las del vino, según los expertos, ya que al haber tanta variedad se puede combinar mejor con los platos, una combinación que está seduciendo especialmente al público femenino.

La gente está harta de la homogeneidad de la cerveza industrial, de la estandarización en cuanto a sabores, aromas, precios, formatos, estilos… siempre tomamos lo mismo, da igual la marca.

En España se considera cervecero el que consume mucha cerveza. En el resto del mundo esto no es así: se considera cervecero al que le gusta la cerveza y sabe de ella. El que le gusta el vino no es aquel que toma mucho vino, es aquel que entiende de vino.

Al que le gusta la cerveza quiere una variedad determinada, y es donde entonces aparecemos los pequeños productores, porque podemos hacer más variedades, más estilos, más gustos.